Esteban Crespo Jaramillo
Divergir de la mera transcripción material (en especial de ediciones ya clásicas, aunque paradójicamente incompletas, como la Obra poética completa) supone dudar de la estabilidad textual, de la cronología, de la selección editorial y del personaje poético[1] con que Carrera Andrade fabricó ciertas ediciones y, así, admitir como parte intrínseca del discurso y su historia las redacciones y las variantes operadas por el poeta durante diferentes momentos y desde sus diferentes funciones. Por medio de sacar a la luz los testimonios que la transmiten, la obra poética de Carrera Andrade ofrece numerosos problemas textuales de manual[2], pero también la posibilidad de acceder a una nueva visión, privilegiada, sobre el proceso de escritura, cuyas minucias traslucen ulteriormente claves de interpretación y procesos contextuales más amplios.
Durante los años que median entre la publicación inaugural de su soneto modernista Apolo y Dafne (1917, Poemas desconocidos, 35) y la de Obra poética completa (de 1976 y que llamaré OPC), Carrera Andrade dio a la imprenta al menos 34 libros de poesía de autoría única —muchos reeditados, una o varias veces, con revisiones de autor—, publicó poemas en unos cuarenta periódicos y revistas de Europa y América, y en innumerables antologías. Y aunque no nos ha llegado casi ningún testimonio autógrafo (de algunos no tenemos más que señas epistolares), los testimonios textuales de la poesía carreriana conforman un imbricado sistema de revisiones y variantes autorales, cuya historia aloja casi seis décadas de producción poética. A la par de explorar este problema, se hará constar una propuesta de edición que, además de enmendar y modernizar el texto, contemple la diacronía redaccional operante sobre los testimonios, constituidos casi totalmente por una pluralidad de materiales de imprenta, disponibles sólo en ejemplares comerciales de ediciones sucesivas que transmiten innumerables modificaciones[3].
¿Reeditar la poesía de Jorge Carrera Andrade?
Al menos desde ciertas perspectivas, efectivamente «no parece necesario, y quizás ni siquiera oportuno, someter a tratamiento filológico textos modernos y contemporáneos, dado que de estos poseemos casi siempre versiones auténticas»[4] (Tavani 63). Además, para el siglo técnico de Carrera Andrade, «cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles» (Biografía para uso, 3), el camino entre manuscrito inédito y ejemplar comercial suele comprenderse como un vínculo de hermenéutica unívoca y desprovisto de obstáculos materiales notables. No sin error, suele darse por hecho que la producción editorial del s. XX supone un culmen de la técnica. Una expresión impoluta de la intención autoral y yerma de interferencias ulteriores.
Sin embargo, las contingencias propias de las obras literarias en su reproducción mecánica (sobre todo en imprentas ecuatorianas), las intenciones de Carrera Andrade patentes en su correspondencia y la innegable fuente interpretativa que proveen las versiones y variantes en su despliegue diacrónico, indican la necesidad y el provecho de una edición como la que se propone. Además de implicar un ejercicio crítico y hermenéutico, una edición de tales características procura materia prima confiable para quien busque estudiar y comprender al insigne poeta a través de su palabra.
(…)
Texto completo: Mi trampa de palabras
[1] Véase al respecto el artículo de Álvaro Alemán sobre Carrera Andrade en el Tomo I de la edición crítica anotada (El Fakir, 2017).
[2] Por ejemplo, la haplografía céspes por céspedes en La guirnalda del silencio, que ocurre en el v. 4 de «Odeleta de los veinte años», o el usual error tipográfico de confundir letras análogas, como de y be (cfr. nota 38).
[3] Sobre clasificaciones de testimonios en obras contemporáneas, véase Tavani (79) y los comentarios de Ramírez (228).
[4] La traducción es mía. Para un cuestionamiento retórico análogo, sobre Martín Adán, cfr. Vargas Durand.
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